Se calcula que casi 7 millones de niños padecen TDAH
(Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) en todo el mundo. Pero, ¿es
tan negativo como suena?
Impulsividad,
ansiedad, frustración, bajo rendimiento escolar e incluso depresión. Son
algunos de los síntomas nacidos del diablo que pueden experimentar aquellos que
tienen un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad que no son tratados de acuerdo a sus
capacidades. Conocido de manera popularmente como “TDAH” este trastorno que se detectan generalmente en la infancia o adolescencia y se
caracteriza por dificultades para mantener la
atención, hiperactividad o exceso de movimiento e impulsividad o dificultades
en el control de los impulsos. Está mucho más
cerca de lo que se cree.
Todos conocemos a alguien que “no para quieto ni un segundo”, que interrumpe la
clase, que es un desastre con todo o que no
sabe esperar su turno o que vive en
Babia, sin ser conscientes del problema que genera en su entorno. Se considera
trastorno cuando la conducta del
individuo es disruptiva dentro de su entorno, en mayor o menor medida
dependiendo del grado de afección del paciente o de las comprimida des asociadas. Estas personas, muy posiblemente,
sufran el TDAH, aunque no estén
diagnosticadas.
La falta de
diagnóstico es, precisamente, la mayor
dificultad del trastorno, ya que se
pueden dar multitud de comportamientos y sensaciones y con una intensidad
mínima, por lo que no se tienden a relacionar ni con el
déficit de atención ni con la hiperactividad.
Así lo reconoce Didia Liedo,
vicepresidenta de AZADAHI (Asociación Zamorana de Déficit de Atención e
Hiperactividad): “El TDAH un retraso madurativo de la corteza cerebral frontal, que reduce capacidades como la atención sostenida o la concentración y a veces la medicación para suplir o disminuir esa
carencia. Por eso, es de vital importancia lograr un diagnóstico cuanto antes.
Es más fácil para el paciente saltar estos obstáculos cuando el problema está
identificado y tratado”.
Pero no siempre llega con una simple medicación. En la mayoría de los
casos es necesario, además del tratamiento, terapias de otros tipos. El
psicólogo Manuel Becerra,
especialista
en el trastorno, afirma que “los
niños que padecen TDAH se sienten más frágiles emocionalmente que los demás
niños de su edad”, por lo que el
refuerzo mental y la confianza
proveniente tanto de profesionales como de los propios padres toma una
importancia diferencial para hacer frente al TDAH, ya que las conductas provocadas por el trastorno son
incomprendidas por las personas del
entorno. El trabajo en equipo de los
profesionales sanitarios, del centro educativo, apoyo psicológico y de la familia son fundamentales para
conseguir minimizar los costes emocionales del afectado y conseguir los mejores
resultados posibles.
En el caso de
los niños y adolescentes, además de las conductas, se suma la dificultad
en el ámbito escolar. El déficit de atención provoca la incapacidad de asimilar conocimientos, especialmente en el
campo de las matemáticas y de la lengua,
a pesar de poder invertir horas en intentarlo. En sí no es lo más grave,
sino la frustración que produce en
el niño no encontrar resultados a
pesar del esfuerzo y la falta de
ayuda y comprensión de su entorno.
Sin embargo,
toda su parte mala tiene una buena.
En este caso, una muy buena, que tiene que ver con el efecto contrario. Las
personas que padecen TDAH y encuentran en la
vida una vocación que les guste y motive, serán, casi con seguridad, los
mejores en ese campo. Toda la atención
y calma que son incapaces de obtener con aquello no les estimula, aparece a pares cuando el sujeto se siente
motivado. Hay una amplia nómina de grandes nombres que han reconocido tener
TDAH: Bill Gates, que “perturbaba a toda
la clase” cuando era niño y fue
expulsado de la Universidad
de Harvard por calificaciones deficitarias antes de crear Windows, Steve Jobs,
que revolucionó el mundo con Apple
gracias a que sus padres “entendían que era un niño diferente”, o el cantante Dani Martín, para el que
“canalizar esa energía hacia un lado que te guste
te permite pasártelo muy bien”, además
de Michael Phelps, Will Smith, Michael Jordan y muchísimos más.
Y es que, a
pesar del esfuerzo que conlleva tener una vida normal, una vez que el problema
se asimila, permite a los pacientes ser consecuentes con sus capacidades
pudiendo desarrollar y destacar en todos sus proyectos. El TDAH nunca
desaparece aunque se aprende a vivir con él y se desarrollan estrategias que
permiten al individuo defenderse sobradamente en la sociedad. Es necesaria la
colaboración de profesionales que se relacionan con el paciente para facilitar
su integración y desarrollo normal dentro de la sociedad. Sumado a valores como
la empatía, consideración y respeto de los compañeros de clase, compañeros de
trabajo, profesores, jefes, familia permiten el desarrollo social y humano del
individuo de forma plena y satisfactoria. Muchos de los grandes avances y
logros de la historia de la humanidad fueron llevados a cabo por personas con
TDAH. Un TDAH puede cambiar el mundo y varios, ya lo han hecho.